

Discover more from Soy Segundo | Dios Primero
En ocasiones puede ocurrir que personas nos vean con derecho a juzgarnos, a señalar nuestros errores a otros y a nosotros mismos, haciéndonos sentir que no somos suficientes, que somos un caso perdido, o qué no hay posibilidad de mejora o redención para nosotros.
Estos eventos pueden quedar grabados en nuestra mente y nuestro corazón, haciendo que sea difícil para nosotros ponernos de pie y encarar la vida con confianza y optimismo. Incluso que nos demos por vencidos en la lucha espiritual.
Esto es precisamente lo que le pasó a cierta mujer hace dos mil años, y cuya historia encontramos registrada en el libro de Juan, capítulo 8, versículos 4 al 11, para que nos sea de bendición.
En este pasaje, se nos relata el encuentro de Jesús con una mujer que estaba siendo menospreciada en público por sus líderes religiosos, tras haber sido atrapada en adulterio.
Imagina la escena: la mujer, avergonzada y temerosa, es presentada ante Jesús por los líderes religiosos, quienes la acusan y exigen que se cumpla la ley de Moisés, que prescribe la lapidación para estas situaciones. Sin embargo, Jesús, con su sabiduría y amor insondables, les responde: "Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
Ante estas palabras, los acusadores, uno tras otro, se marchan, dejando a Jesús solo con la mujer. Es entonces cuando Jesús se dirige a ella con palabras llenas de compasión y gracia: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?" Ella responde: "Nadie, Señor". Y es en ese momento que Jesús le ofrece un regalo inigualable: "Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar".
Esta historia nos enseña lecciones vitales acerca de la manera en que Dios nos mira y nos trata en contraste como pueden vernos y tratarnos los demás.
Puede que otros nos hagan creer que somos indignos de amor y perdón. Puede que incluso nosotros mismos podamos caer en el error de creer que no merecemos una segunda oportunidad o que nuestros errores nos definen por completo.
Puede que incluso personas que son referentes espirituales o gente de nuestra propia iglesia haga esto con nosotros. Llevándonos erróneamente a asumir una idea de Dios como la de un ser que se comporta de la misma manera a tales “embajadores suyos”, sumiéndonos en la desesperanza.
Pero me entusiasma ver que Jesús demostró que Dios no es así. Jesús vino al mundo para mostrar el verdadero rostro de Dios, uno lleno de compasión, misericordia y de un amor perfecto e incondicional.
En Cristo los ojos de Dios no nos miran con desprecio o decepción por causa de nuestras debilidades, como pueden hacerlo otros o nosotros mismos, Él nos mira con los ojos de redención y esperanza.
Él ve la oportunidad, el potencial oculto a los ojos humanos.
A través de Jesús, Dios no desconoce nuestros errores, pero tampoco nos define por medio de ellos.
No desconoce nuestro pasado o nuestro presente, no obstante, le interesa más lo que vamos a hacer que lo que hayamos hecho en el pasado. Por eso abre frente a nosotros las puertas del futuro, invitándonos a ponernos de pie y volverlo a intentarlo de nuevo, esta vez con Él, esta vez mejor.
Él nos invita a levantarnos, a dejar atrás nuestras heridas y concepciones equivocadas de Él y de nosotros mismos. En lugar de escuchar la voz de acusación proveniente de nuestro interior o de quienes nos critican. Desea que escuchemos lo que Él tiene para decir de nosotros.
Él nos asegura que su gracia y su ayuda son más que suficientes para vencer el pecado, superar cualquier obstáculo y comenzar de nuevo. No importa cuántas veces hayamos caído, cuántos errores hayamos cometido o cuantos vayamos a cometer, cada vez que nos levantamos de su mano, estamos más cerca de nuestro destino final.
Espero que estas palabras sean de bendición para tu vida.